03 nov 2025 Publicado en: Ametropías Anteojos Higiene Visual Miopía
Epigenética y salud visual infantil: lo que hacemos hoy define cómo verán mañana

Durante años creímos que los genes determinaban todo: color de ojos, estatura, predisposición a enfermedades… Pero hoy sabemos que hay algo más poderoso que los genes mismos: la forma en que se expresan.Así nace la epigenética, una ciencia que estudia cómo el ambiente, la alimentación, el descanso y el estilo de vida pueden activar o desactivar ciertos genes. Y sí, también afecta a la salud visual de nuestros hijos.

Epigenética y visión: un espejo de nuestro entorno

Nuestros ojos no viven aislados del cuerpo ni del ambiente. La calidad del aire que respiramos, el estrés diario, la alimentación y hasta el tipo de descanso que tenemos dejan huellas visibles —y medibles— en la salud ocular.La exposición constante al smog, el estrés emocional, una alimentación ultraprocesada, la falta de sueño o un desequilibrio en la microbiota intestinal son factores que pueden alterar los procesos epigenéticos y predisponer a ciertas afecciones visuales, especialmente la miopía.

En otras palabras: aunque la genética pone las cartas sobre la mesa, nuestros hábitos deciden cómo se juega la partida.

Miopía: la pandemia silenciosa de la infancia moderna

El estilo de vida actual ha multiplicado los casos de miopía infantil. Pasamos de mirar el horizonte a vivir a 30 centímetros de una pantalla. El exceso de tareas de cerca —como el uso prolongado de dispositivos— es uno de los principales factores epigenéticos asociados al aumento de la miopía.

Pero no es el único. Una alimentación pobre en nutrientes esenciales y rica en ultraprocesados y carbohidratos refinados también contribuye. Este tipo de dieta promueve la inflamación sistémica y el estrés oxidativo, un desequilibrio químico donde los radicales libres superan la capacidad antioxidante del organismo.

Y esto es clave: diversos estudios demostraron que las personas miopes tienen menos antioxidantes en su sistema ocular que las no miopes. En otras palabras, la oxidación acelera el daño de los tejidos oculares y favorece la progresión de la miopía.

Alimentación: la primera línea de defensa

La buena noticia es que podemos intervenir. Una alimentación rica en antioxidantes, especialmente vitaminas C y E, tiene un efecto protector sobre los ojos.Estas vitaminas se encuentran en frutas y verduras frescas: naranja, kiwi, frutilla, morrón rojo, almendras, semillas, espinaca, brócoli.

Los estudios muestran que los niños que consumen al menos dos frutas frescas por día incorporan los nutrientes suficientes para reducir el riesgo de desarrollar o agravar la miopía. Además, una dieta equilibrada ayuda a regular la microbiota intestinal, fundamental en los procesos inflamatorios y de defensa inmunológica.

No se trata de imponer dietas, sino de volver a la comida real: menos envases, más colores naturales en el plato.

Inflamación: cuando el cuerpo habla

La inflamación crónica es otra pieza del rompecabezas. A veces no duele, pero deja marcas profundas.Enfermedades como artritis reumatoide, diabetes tipo I, periodontitis o incluso caries mal tratadas pueden generar un entorno inflamatorio sistémico que afecta directamente a los tejidos oculares.

El cuerpo funciona como un todo: cuidar la salud general es también cuidar la visión. Por eso, es tan importante mantener controles regulares con el pediatra, el odontólogo y, por supuesto, con el especialista en salud visual.

Sueño, melatonina y ritmos biológicos

Dormir bien no es un lujo, es una necesidad biológica. Durante el sueño profundo, el cuerpo libera melatonina, una hormona que regula los ritmos circadianos y protege las células del daño oxidativo.

Los niños con miopía tienden a tener ritmos circadianos retardados, menor exposición a la luz solar matinal y peor calidad de sueño. Dormir menos de lo necesario o acostarse muy tarde altera la producción de melatonina y con ella, los mecanismos de reparación ocular.

? La recomendación: los niños deberían dormir entre 8 y 9 horas diarias, acostarse antes de las 22 horas, y recibir luz solar natural por la mañana, que activa una proteína llamada neuropsina, esencial para sincronizar los relojes biológicos del ojo.

Luz natural: aliada de la visión

Pasar tiempo al aire libre es uno de los mejores protectores visuales. La exposición a la luz natural estimula la dopamina retinal, una sustancia que regula el crecimiento ocular y reduce el riesgo de progresión de la miopía.

Por eso, cada hora frente a una pantalla debería equilibrarse con al menos media hora de juego o actividad bajo el sol (con protección adecuada, claro).

Cuidar la visión, más allá de los lentes

La epigenética nos enseña que no heredamos solo genes, sino también hábitos. Y esos hábitos pueden moldear el futuro visual de los niños.Una rutina saludable que incluya buena alimentación, descanso adecuado, menos pantallas y tiempo al aire libre puede marcar la diferencia entre una visión sana y una visión vulnerable.

En Semiflex, acompañamos a las familias en este camino con controles visuales personalizados, educación y asesoramiento integral. Porque cada mirada importa, y cada elección cuenta.


Publicar comentario